martes, 3 de abril de 2012

La dolce vita

Después de todo el año trabajando, había llegado el momento de tomarse unas merecidas vacaciones. El Pastelero sonrió, satisfecho y emocionado, contemplando el negocio que había podido asentar a pesar de la dura crisis que azotaba al globo. Solo le quedaba una cosa por hacer antes de marcharse.

Se puso por última vez en algunas semanas (¿y por qué no un poco más?) a darle consistencia a la masa, echando un poco de esto y otro poco de aquello, en unas proporciones que guardaba celosamente. Por una vez no se preocupó demasiado de cuanta harina o cuanto azúcar le quedaba, simplemente hizo la cantidad que le pareció adecuada. Le quedó una base imponente, algo de lo que sentirse orgulloso. Empezó inmediatamente con la segunda, amaso por aquí, espolvoreo por allá, hasta que obtuvo otra de sus creaciones.

Sabía perfectamente que su negocio se había mantenido a flote gracias a un grupo muy reducido de personas, sus clientes habituales. Costaba creer, pero gracias a cuatro únicas personas, él había tenido éxito. Les debía todo. Le habían aconsejado lo mejor que habían sabido, le habían hecho compañía, le habían dado ánimos y, sobre todo, habían sido voraces devoradores de sus creaciones. Esta era su forma de agradecérselo, su ofrenda a los benefactores.


Después de una breve disyuntiva, decidió encender el horno pequeño en vez del grande, aunque tendría que hacer dos tandas. Cogió la bandeja y puso el primer pastel. Lo palmeó, orgulloso. «Es lo mejor que has hecho» sonaba ya en su cabeza. Fue a poner el segundo y comprobó horrorizado que no cabía. Por más que empujó, apretó, maldijo y suplicó, el segundo pastel se negó a acomodarse junto a su hermano. ¿Cuatro tandas para cuatro pasteles? Impensable, demasiado ineficaz, su espíritu de autónomo se lo impedía. Y se sentía demasiado orgulloso de sus vástagos como para destruirlos. Se habría llevado las manos a la cabeza si no las hubiera tenido pringosas de masa.

Su cabeza vibró durante unos segundos y finalmente tomó una decisión con la que no se sentía del todo satisfecho: haría dos pasteles más pequeños, lo suficiente para que entraran junto a sus enormes compañeros y haría dos tandas, cada una con uno pastel grande y uno pequeño. Con algo menos de entusiasmo, realizó el primer pastel pequeño y empezó con la primera horneada. Mientras la masa subía y se esponjaba, acabó con el último. Cuando estuvieron listos, sacó la primera remesa y metió la segunda. Procedió pues a culminar el primer pastel grande y pequeño. Disfrutaba más haciendo la masa, era un proceso menos delicado y no necesitaba poner toda su atención. Ahora tenía que quedar todo perfecto y todo su ser estaba centrado en conseguirlo.

Acabó con ellos y sacó la segunda remesa. Los decoró como mejor le pareció, y dio por terminada la primera parte de su labor. Dejó los cuatro pasteles en el mostrador, alineados, se lavó las manos, se quitó el delantal y el gorro y, sin perder tiempo (para que no se enfriaran) cogió el teléfono. Llamó primero a Alfa, que vivía al lado. El teléfono dio un par de tonos antes de que Alfa lo cogiera. El Pastelero le explicó la situación.

-Un obsequio por todo lo que has hecho por mí- le dijo.

-Ahora mismo voy- respondió el otro.

Sin esperar un instante, llamó a los hermanos Beta y Eta. Les dijo más o menos lo mismo, pero añadió, a sabiendas que Alfa llegaría el primero y elegiría uno de los pasteles grandes «el que llegue primero, recibirá un pastel mayor». Colgaron a toda prisa y el Pastelero se rió con ganas, seguro de que llegarían corriendo.

Por último llamó a Gamma, que vivía algo más lejos que los demás.

-Dígame- dijo él.

-Gamma, soy el Pastelero-dijo- gracias a ti, que eres uno de mis clientes más fieles, he conseguido mantener el negocio.

El otro le restó importancia, diciendo «si voy es porque tus pasteles son los mejores, no tienes que agradecerme nada».

-Ya es tarde para eso- respondió el Pastelero- ya te he hecho un pastel de agradecimiento. Ven a recogerlo cuanto antes, que se enfría.

Gamma le dio las gracias, le dijo que pronto iría («Gracias, ahora voy») y colgó.

Alfa llegó enseguida y saludó al Pastelero amistosamente.

-Elige uno- explicó este, mostrándole sus creaciones.

Alfa los examinó con detenimiento.

-¿Somos cuatro los que te hemos ayudado?- preguntó.

El Pastelero le dijo que sí, no sabía que no se conocían. De vista, tal vez.

-Bueno, me quedo con este- dijo señalando uno de los grandes.

El Pastelero asintió, cogió uno de sus envases y colocó en él el pastel.

-Me gustaría esperarme a conocer a los demás, sino te importa- dijo Alfa.

No, claro que no le importaba.

-De vacaciones, ¿eh?- comentó- os echaré en falta, a ti y a tus pasteles.

El Pastelero se disculpó con una leve sonrisa y un «volveré».

Se oyó de pronto un grito ahogado y entraron como una exhalación Eta y Beta. Venían exhaustos y sudorosos, pero no se detuvieron. Alfa trató de apartarse para no ser arrollado, pero no fue lo bastante rápido y Beta trastabilló para evitar el choque, dándole la ventaja decisiva a su hermano.

-¡He ganado!- exclamó, casi sin aliento.

El Pastelero puso el otro pastel grande en uno de los envases y se lo entregó a Eta. Alfa se disculpó como mejor supo, pero el despago de Beta era evidente.

-Te habría ganado- refunfuñó.

Eta se encogió de hombros y aspiró el dulce aroma a bollería recién hecha. A regañadientes, Beta aceptó uno de los pasteles pequeños. Se dieron las presentaciones pertinentes y, una vez conocida la intención de Alfa, tanto Eta como Beta decidieron sumarse para esperar al último benefactor.

Cuando ya estaban a punto de rendirse y empezar a dar cuenta de sus regalos, apareció Gamma tranquilamente, desconocedor de la comitiva que esperaba por él. Saludó a todos amablemente y aceptó el pequeño pastel con una sonrisa. El Pastelero les presentó a sus tres homónimos.

-No tendrías que haberte molestado- comentó Gamma -y menos teniendo en cuenta que Alfa y Eta han contribuido más que yo.

Beta se apresuró a sacarle de su error.

-Los cuatro hemos contribuido igual -dijo amargamente con camaradería propia del problema común- pero como hemos llegado más tarde, tenemos un pastel más pequeño.

Gamma miró desconcertado al Pastelero y luego a los pasteles. Comparó el suyo con el de Alfa y se puso a cavilar.

-Creo que si partimos los grandes en tres trozos cada uno y repartimos los trozos y los pequeños como si fueran un trozo más, salimos a partes iguales- comentó.

Beta le apoyó, diciendo que era lo justo. Se dispuso a coger el pastel de su hermano, mientras le pedía al Pastelero un cuchillo, pero este se apartó de él.

-Este es el mío- se defendió -haber llegado antes y tendríais uno más grande. Partid el de Alfa si queréis.

Gamma se encogió de hombros resignado y volvió a sus fracciones.

-Pues un tercio de cada para cada uno- proclamó -así además todos probaremos todas.

Alfa vaciló, pero tampoco permitió a Beta cogerle el paquete.

-Eta tiene razón- argumentó -si hubierais sido vosotros los que hubierais llegado antes, tendríais pastel grande, y yo no me quejaría por tener uno pequeño.

Beta bufó, airado y le recordó que él no tenía pastel grande por su culpa, que le había obstaculizado.

-Pues ya que habéis llegado más o menos a la vez- propuso Alfa -compartid tu hermano y tú.

Eta miró a Alfa, sintiéndose traicionado. Beta estuvo de acuerdo, le parecía justo. Ahora fue Gamma el que se sintió abandonado. Eta, a regañadientes, aceptó.

-Esperad- rogó Gamma, sabiéndose el mayor perjudicado- ¿cómo es que Alfa ha llegado antes que vosotros, si veníais corriendo?

Eta y Beta se miraron, sorprendidos. Los tres miraron a Alfa. Este miró al Pastelero, que a su vez se miraba los pies.

-Pues porque vivo aquí al lado- respondió Alfa, titubeante- suelo comprar aquí el desayuno antes de ir al trabajo.

Gamma suspiró aliviado, pues Eta y Beta parecían indignados.

-Lo justo sería- continuó en una apuesta arriesgada- que Eta y Beta, ya que se han esforzado más, se lleven los pasteles grandes.

Alfa soltó una carcajada seca, mientras Eta y Beta asentían, conformes.

-Bueno, eso o repartir a partes iguales, ya que hemos contribuido lo mismo al éxito del Pastelero- propuso Gamma, dejando caer su trampa.

Alfa le miró con gesto de desagrado.

-Hablas mucho de lo que es justo- dijo muy serio- pero hay cuatro pasteles y somos cuatro. He elegido uno y ya lo consideraba mío cuando has llegado tú y me dices que debo darte parte porque vives más lejos sin tener en cuenta que, objetivamente, yo he llegado antes y por tanto tenía más donde elegir.

Gamma no respondió al momento y Alfa aprovechó para continuar.

-Seguro que en la zona donde vives tendrás cosas a un tiro de piedra- aventuró- cada uno tiene sus ventajas y si lo sumas todo, al final todos estamos iguales. Así que es justo que el que llegue primero elija, el que llegue segundo elija segundo y así sucesivamente.

Gamma se rascó la cabeza, superado.

-Vale, cada zona tiene sus ventajas- intervino Beta- pero Eta y yo somos de la misma zona, ¿por qué un segundo de diferencia significa un pastel el triple de grande? Eso es lo que yo no veo justo.

-Pues ya le ganarás tú en otra cosa- dijo Alfa, restándole importancia.

Todos se miraron, tensos. Eta miró a Beta y le hizo un gesto de cabeza, «¿Qué opinas» parecía decir. Beta miró al Pastelero, pero este se negó a intervenir, huyendo a la cocina. Luego miró a Gamma.

-A mí no me parece bien- le dijo este último- pero vamos, el que no sabe que el mundo es injusto es porque no sale de su casa.

Antes de que Beta pudiera decir nada, Alfa dio un paso adelante.

-¿Qué insinúas?- dijo, irritado- has llegado el último y te toca el último pastel. Fin de la historia.

Gamma dio un paso adelante para protestar, pero Eta se interpuso.

-A ver, que no vamos a acabar nunca- dijo- ¿qué es lo que le parece más justo a cada uno? ¿Para todos igual, más para el que más se haya esforzado o el que llega primero elige primero?

-Para todos igual- dijo Gamma.

-Más para el que más se haya esforzado- respondió Beta.

-El que llega primero elige primero- eligió Alfa.

Los tres miraron a Eta, pues había empate. Gamma sonrió condescendientemente.

-Si votas «para todos igual» o «más para el que más se haya esforzado» tocas a dos tercios de tarta y si votas a «el que llega primero elige primero» a una entera- recalcó- ¿Qué te juegas a que adivino que votas?

Eta le miró, incómodo, pero no le respondió.

-A ver- murmuró, ignorando la insinuación- las tres opciones tienen parte de razón.

Alfa soltó un «venga ya» y Beta se pasó la mano por el pelo con cara de infinita paciencia.

-Porque es cierto que todos somos seres humanos iguales y hemos contribuido lo mismo- reflexionó- pero una tarta pequeña no significa un agradecimiento inferior, creo que la intención es lo que cuenta. Por otra parte, es cierto que cuanto más te esfuerzas, se supone que obtienes un mejor resultado, pero no siempre es así. Mi hermano se ha esforzado lo mismo que yo, pero ha llegado más tarde. Puesto que aquí el esfuerzo no resulta suficiente para decidir un ganador, ¿no debería serlo a quien le sonrió la fortuna? Así que llegamos a la última posibilidad, que es con la que funciona el mundo. El que consigue un mejor resultado, obtiene un beneficio mayor. Creo que el mundo no va del todo mal funcionando así, por lo que mi voto va para «el que llega primero elige primero».

-Qué casualidad- refunfuñó Gamma- justamente con lo que más tarta sacas.

-Te lo he razonado- se defendió Eta.

-Y yo te puedo razonar que la Tierra tiene forma de plátano y no llevaría más razón por ello- rezongó.

-Bueno, el caso es que democráticamente ha salido que cada cual lo suyo- puntualiza Alfa- así que yo me llevo mi tarta. Ya nos veremos cuando vuelva a abrir el Panadero, si eso.

Alfa se disponía a salir, pero Beta se interpuso.

-Cambio mi voto, para todos igual- se apresuró a decir.

Alfa retrocedió un par de pasos y dejó su pastel en el mostrador, lejos del alcance de todos.

-Me estáis tocando los cojones- gruñó- quítate de ahí, me quiero ir.

-Pues deja un tercio de tu tarta- le instó Gamma mientras se colocaba junto a Beta- solo es un tercio, tampoco te vas a morir.

-Pues si tan poco importa un tercio, deja que se lo lleve- dijo Eta.

-Si él se va con la tarta entera, los otros tres repartimos- recordó Beta.

Eta suspiró, resignado.

-Mira, si te quitas, tú y yo compartimos- accedió- si al final me ibas a coger de todos modos.

Beta vaciló. Miró a Gamma.

-Acepta el soborno, vamos- le pinchó este- ¿qué importan las injusticias si no te salpican?

Se produjo un incómodo silencio.

-Te doy diez segundos para aceptar- amenazó Eta- luego retiro la oferta.

Diez. Nueve. La mirada de Beta pasaba de Gamma a Eta sin parar.

-Serás un vendido- dijo Gamma.

Ocho. Siete.

-Es lo justo, habéis llegado prácticamente a la vez- dijo Alfa.

Seis. Cinco. Beta dio un paso hacia Eta.

-Aún no es demasiado tarde- insistió Gamma.

Cuatro. Tres. Beta vaciló. Miró hacia Gamma. Alfa aprovechó, cogió su tarta y corrió hacia la puerta.

Dos. Uno. Eta dio un respingo y Beta se giró, justo para ver como Alfa le sobrepasaba.

Cero. Pero Gamma se interpuso a tiempo, quedando Alfa atrapado entre Beta y Gamma.

Alfa trató de escabullirse, pero le cerraron el paso. Gamma consiguió agarrar el paquete y ambos forcejearon.

-Empleando la fuerza para defender tus ideas, ¿eh?- gruñó Alfa, venenoso.

Gamma resopló y soltó la tarta. Alfa reculó y volvió junto al mostrador con su codiciado tesoro a buen recaudo.

-Última oportunidad, Beta- amenazó Eta- ¿aceptas la oferta?

-Si de todos modos me vas a dar un tercio, ¿por qué no lo repartimos para todos iguales?- inquirió Beta- tú y yo tocamos a lo mismo.

-Vale, pues todos iguales- dijo Eta, agotado- pero vámonos de una vez.

Los tres miraron a Alfa. Este apretó aún más su pastel y retrocedió lo que pudo.

-¿Se ponen a bloquear la puerta y tú les das tu apoyo para que te dejen en paz?- le echó en cara a Eta- ¿y lo que tú consideras correcto qué? ¿A tomar por culo?

Eta respiró hondo y soltó el aire lentamente.

-Yo solo me quiero ir, ¿vale?- se justificó Eta, cansado.

-Si me quitáis el pastel por la fuerza, seré yo el que bloquee la puerta- amenazó Alfa- y no acabaremos bien.

Se produjo otro incómodo silencio. Beta avanzó hacia Alfa.

-Dame ese pastel, joder- ordenó.

Alfa lo dejó sobre el mostrador, a su espalda y se encaró con Beta. Gamma se deslizó sigilosamente por detrás del mostrador mientras Beta y Alfa intercambiaban miradas fieras y en un abrir y cerrar de ojos cogió el pastel de Alfa y se escabulló.

-¡Lo tengo!- gritó, eufórico.

-¡Hijoputa, devuélvemelo!- chillo Alfa, dando un paso adelante para coger a Gamma. Beta se interpuso y chocaron.

-Dame mi pastel- ordenó Alfa mirando a Gamma por encima del hombro de Beta.

-Te lo devolveré cuando te haya cogido un tercio- respondió Gamma.

-No te atrevas a tocar mi tarta- amenazó Alfa- o no saldrás de aquí ni con una migaja.

Gamma cogió un cuchillo que había bajo el mostrador y abrió el paquete de Alfa. El pastel se encontraba ahora indefenso.

-Si lo haces, ya no hay vuelta atrás- le dijo Eta a Gamma- yo no te voy a detener, pero espero que estés convencido de lo que haces.

Gamma tragó saliva y echó una esquiva mirada a Beta y Alfa.

-Hazlo y nos vamos- dijo Beta- ya me estoy enfadando.

-Como lo hagas, no respondo- amenazó el otro.

Gamma miró de nuevo el pastel, amedrentado. Alfa empujó a Beta, que estaba distraído mirando a Gamma y consiguió sobrepasarlo y de una zancada se colocó junto a Gamma y empezaron a forcejear por el cuchillo.

-¡Basta!- gritó de pronto el Pastelero, saliendo de la cocina con dos paquetes más.

Los cuatro se le quedaron mirando, sorprendidos. Se habían olvidado de él.

-He hecho dos pasteles medianos- informó- que Alfa y Eta se lleven sus pasteles grandes, Gamma y Beta, tomad estos.

Gamma miró a Alfa y lentamente se apartó de su pastel, para que Alfa pudiera recuperarlo. Bajo la atenta mirada del Pastelero todos recibieron lo que era suyo y salieron ordenadamente. No se dirigieron la palabra, pero tampoco intentaron nada más.

Una vez se hubieron ido todos, el Pastelero recogió el cuchillo y lo dejó en su sitio. Limpió la cocina y fregó el suelo. Por último, cerró la puerta del negocio y puso la verja.

Suspiró, menos mal que había intervenido. Ahora le tocaba descansar.

3 comentarios:

  1. Vaya jaleo que has armado .La verdad que cada uno tenemos un sentido de la justicia. Siempre me ha dado mucho que .Es bueno reflexionar de vez encuando.FN2

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    1. Me ha faltado!! PENSAR!!. Tu lo pondras en su sitio

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  2. Me gustaria rebuscar en tu cabeza para ver de donde sacas estas ideas y las que aun tienes por escribir. Cada dia me sorprendes mas.

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